Cita

Un libro abierto es un cerebro que habla; Cerrado un amigo que espera; Olvidado, un alma que perdona; Destruido, un corazón que llora
PROVERBIO HINDU

viernes, 10 de marzo de 2023

El Olvido que seremos: Los héroes son aquellos que intentan dejar el mundo un poco mejor de como lo encontraron

Después de algún tiempo hemos tenido, nuevamente, una reunión de soñadores.

En este caso de la mano de “El olvido que seremos”, libro de Hector Abad Falciolince, en el que a través de sus recuerdos, reconstruye la figura de su padre y retrata los años 70 y 80 de su Colombia natal.


Su padre, médico docente en la Universidad de Antioquía, que lucho incansablemente por acercar unas condiciones de salubridad y dignidad a las zonas más degradadas de Colombia. Esta lucha por la dignidad y los derechos humanos finalmente le costo la vida, al ser asesinado por los paramilitares.

Pero el libro lejos de caer en una especie de rabia o venganza ciega, nos habla a través de una serenidad y madurez del legado de un ser humano que lucho y soñó con un mundo más luminoso; en su amor trasmitido a través de su familia y sus alumnos.

En su lucha intensamente personal en educar a los seres humanos, del único modo realmente digno de llamarse educación: sacando de cada uno las mejores cualidades y puliendo las sombras que todos nosotros llevamos dentro.


Por algunas de esas cartas que conservo todavía, y por el recuerdo de los cientos y cientos de conversaciones que tuve con él, yo he llegado a darme cuenta de que no es que uno nazca bueno, sino que si alguien tolera y dirige nuestra innata mezquindad, es posible conducirla por cauces que no sean dañinos, o incluso cambiarle el sentido. No es que a uno le enseñen a vengarse (pues nacemos con sentimientos vengativos), sino que le enseñan a no vengarse. No es que a uno le enseñen a ser bueno, sino que le enseñan a no ser malo. Nunca me he sentido bueno, pero sí me he dado cuenta de que muchas veces, gracias a la benéfica influencia de mi papá, he podido ser un malo que no ejerce, un cobarde que se sobrepone con esfuerzo a su cobardía y un avaro que domina su avaricia. Y lo que es más importante, si hay algo de felicidad en mi vida, si tengo alguna madurez, si casi siempre me comporto de una manera decente y más o menos normal, si no soy un antisocial y he soportado atentados y penas y todavía sigo siendo pacífico, creo que fue simplemente porque mi papá me quiso tal como era, un atado amorfo de sentimientos buenos y malos, y me mostró el camino para sacar de esa mala índole humana que quizás todos compartimos, la mejor parte. Y aunque muchas veces no lo consiga, es por el recuerdo de él que casi siempre intento ser menos malo de lo que mis naturales inclinaciones me indican.”


También vemos el amor y la complementariedad de unos progenitores que se apoyan y mejoran el uno al otro, y como esto repercute en la educación de los hijos.


“Él era agnóstico y ella casi mística; él odiaba el dinero y ella la pobreza; él era materialista en lo ultraterreno y en lo terreno espiritual, mientras ella dejaba lo espiritual para el más allá y en lo terrenal perseguía los bienes materiales. La contradicción, sin embargo, no parecía alejarlos, sino atraerlos el uno al otro, tal vez porque compartían de todas maneras un núcleo de ética humana en el que estaban identificados. Mi papá todo se lo consultaba, mientras que mi mamá, como se dice, veía por sus ojos y le manifestaba un amor hondo, incondicional, a prueba no sólo de contratiempos sino incluso de cualquier desacuerdo radical, o de cualquier información maligna o perniciosa que alguna «alma caritativa» le diera sobre él.”


En este libro el autor, a través de sus recuerdos tamizados por hondas reflexiones, nos muestra a un hombre bueno que intento mejorar el mundo.

Un hombre que lego su vida de entrega para descubrir como cada uno de nosotros podemos aportar nuestro pequeño granito de arena a través de un conocimiento de nosotros, que después aplicamos en nuestro día a día.


El legado de Hector no es un legado que acaba en él. A través de su ejemplo, vemos como cada vez que intentamos sacar lo mejor de nosotros y luchar por aquello que es beneficioso para todos los seres, el mundo se limpia y mejora un poquito más. Quizá parezcan pequeños gestos pero nos calientan e iluminan un poco más nuestro interior, de manera que nuestra alma dormida pueda florecer y dar las bellas flores que todos llevamos dentro.


“<< Pero hay una fuerza interior que los impele a trabajar a favor de los que necesitan su ayuda. Para muchos, esa fuerza se constituye en la razón de su vida. Esa lucha le da significado a su vida. Se justifica vivir si el mundo es un poco mejor, cuando uno muera, como resultado de su trabajo y esfuerzo. Vivir simplemente para gozar es una legítima ambición animal. Pero para el ser humano, para el Homo Sapiens, es contentarse con muy poco. Para distinguirnos de los demás animales, para justificar nuestro paso por la tierra, hay que ambicionar metas superiores al solo goce de la vida. La fijación de metas distingue a unos hombres de otros. Y aquí lo más importante no es alcanzar dichas metas, sino luchar por ellas. Todos no podemos ser protagonistas de la historia. Como células que somos de ese gran cuerpo universal humano, somos sin embargo conscientes de que cada uno de nosotros puede hacer algo por mejorar el mundo en que vivimos y en el que vivirán los que nos sigan. Debemos trabajar para el presente y para el futuro, y esto nos traerá mayor gozo que el simple disfrute de los bienes materiales. Saber que estamos contribuyendo a hacer un mundo mejor, debe ser la máxima de las aspiraciones humanas>>.”


Deseando que el amor guíe siempre nuestros pequeños gestos se despide


Gota de lluvia

domingo, 6 de diciembre de 2020

FALLO DEL 3º CONCURSO "CARTAS A LA HUMANIDAD: la Fortaleza"

 Os traemos las cartas ganadoras del III Concurso de Cartas a la Humanidad. Hubo también dos menciones especiales del jurado.

Deseando que las disfrutéis y que nos hagan reflexionar sobre una virtud tan importante como la fortaleza y dónde podemos encontrarla... mucho más cerca de lo que creemos.

1ºPREMIO: RECORDE COMO EXISTIR. HELLOITSPATRICIA

Querida humanidad,

Como ya habrás notado, no corren tiempos amables, y los vientos, invernales y bruscos, viran cada vez mas deprisa.

La radio, la tele, los periódicos y un sinfín de agentes y personas me bombardean cada mañana con los tres mismos temas. Una vez terminan de pintar el cuadro mas Goyesco del siglo, acompañado, que no falte, de un “death metal” vomitado desde las entrañas de Islandia, me dicen, me subrayan, me atosigan y me obligan a tenerme en pie. Intentan, segundos después, inyectarme fortaleza, optimismo y “buen-rollismo” de manera enfermiza, como si, en realidad, este huracán que azota oriente y occidente, sur y norte, blancos y negros, fuese poco mas que un viaje por la casa del terror de Disney Land París.

Y yo ya no puedo mas. Es el octubre mas triste del siglo. El frio se instala cómodamente entre las montañas, y desciende a velocidad vertiginosa para colarse entre las calles de mi pequeño Botxo. El bailoteo entre lluvia y viento es cada vez mas intenso. Las hojas mueren bajo mis pies, que corren a conseguir un hueco en la terraza mas cercana, o vuelven a casa arrastrándose por un ápice de calor después de pasar la jornada entre mampara y mampara; cara cubierta e infinitas precauciones.

Un ultimo gintonic y un último cigarro atraviesan las vísceras de los que aún buscan algo de vida entre tanto sinsabor; de prisa, de prisa, antes de que el otoño barra definitivamente este sol enclenque, que apenas se atreve a asomarse unas pocas horas al día.

Los meses, las semanas, los días... incluso los minutos me pesan cada día mas. Mamá lleva mas de 100 lunas sin salir de palacio. Su relación tóxica con la vida exterior es cada vez mas punzante y las ventanas de estas ruinas han devenido el espejo de lo que años atrás era sinónimo de nervio, juventud y vivacidad. Los dolores continuos, la artrosis avanzada y el miedo al contagio hacen de ella la tormenta perfecta para sumergir nuestro mundo en una copia carnal y huesuda de Doggerland.

Pero volvamos a Bilbao, tan solo unos minutos. Volvamos a la luz, a la música y al arte. El sol cálido de este domingo me ha invitado a salir. Mamá ha hecho pastel de zanahoria, he desayunado con Andrea, he caminado por las siete calles; frías pero afables y he contemplado el sol mientras escuchaba al por siempre romántico y eterno Johnny Cash.

La serenidad que había perdido cuando esta ola de incertidumbre embarcó en continente europeo, ha vuelto a calar mis huesos. Las terrazas siguen llenas. El mercado de las flores, ahora convertido en culto por los habitantes del vado, impregna de colores brillantes y pasteles el centenario Arenal.

Bilbaínos y bilbaínas, pasean, compran y regalan alegría y sonrisas, que, aunque ocultas bajo pedacitos de tela, se dejan adivinar por los pliegues que rodean sus rostros, cansados de esta eterna pugna contra el maldito enemigo invisible.

Querida humanidad.

No pretendo descubrirte donde reside la fortaleza, ni darte lecciones de felicidad. Yo hoy la encontré en el sol, en las flores, en el pastel de ama y en el segundo vermut que alegremente estoy disfrutando. Mañana, que además es lunes, puede que la encuentre en la silla de mi oficina, que, gracias a dios, puedo seguir conservando, y pasado...; pasado no lo puedo ni lo quiero saber. Adoptaré la fortaleza a mi manera, poco a poco, paso a paso, lluvia tras lluvia que eso si que es algo predecible en mi querido y cenizo Bilbao.

2ºPREMIO: LA FORTALEZA EN LA DEBILIDAD. LAURA MARÍA FERNANDEZ

Querida Humanidad:

Déjame que te cuente una historia, la historia de las vivencias que atesoro en mi corazón. En mi cofre dorado descansan y me acompañan fielmente allá donde voy. Aguardan atentas, esperando el momento adecuado. Despertaré sus voces para así poder contar mi pasado, mi presente y mi futuro.

Nací y crecí en este planeta, protegida y amada por mis cariñosos padres. Recuerdo sus amables consejos, pero también sus confundidas opiniones, fruto de lo que a su vez sus propios padres les habían enseñado. Lo hicieron lo mejor que pudieron, efectivamente. Cuando ya me consideraron suficientemente capaz, llegó el momento de enfrentarme al mundo sola, era la hora de salir de su acogedora ala, en busca de lo que me deparase el Destino.

Y sí, salí ahí fuera, al desprotegido frío de la solitaria aventura, asustada, pero con el fuego de la esperanza en mi interior. No obstante, la fugaz ilusión por el mundo exterior no iba a durar mucho, pues pronto el pesimismo y el miedo iban a hacer su aparición.

En mi andadura, encontré agradables personas que aparentaban ser mis amigos; educados y correctos, aseguraban querer ayudarme. También encontré alguna otra que declaraba que yo era muy especial y que le importaba de verdad. Todo parecía perfecto hasta que, confiada, me mostré como realmente era, mi verdadero ser. Fue en ese momento cuando, tras bajarse el telón, se quitaron sus adornadas máscaras y descubrí para mi desilusión que todo era falso. No había amor ni aprecio en sus fríos ojos.

¿Por qué a mí, qué había hecho yo para merecer su desprecio?, pensé entre llantos. Yo que les había entregado tanto de mí, mi confianza y esperanzas... Tras esos golpes de realidad, mi alma de cristal se sentía rota en mil pedazos y mi corazón no hallaba consuelo; venían a mi mente los más oscuros pensamientos de culpabilidad y dolor...

En mis intentos por seguir adelante, me construí una coraza, con la intención de recomponer mis fracturados pedazos...esperaba que me volvieran a valorar y querer. Durante un tiempo funcionó. Aparentaban aceptarme por actuar como ellos, ¡qué engaño el suyo y qué engaño el mío! Sin embargo, llegó un día en el que la armadura comenzó a pesarme demasiado, se volvió rígida y dura. De nuevo sentí aquel dolor, aquella profunda desesperanza en el corazón y en el alma que creía ya enterrada. Comencé a llorar y mis amargas lágrimas deshicieron la inestable estructura, poniendo de manifiesto mis sentimientos: soledad, desesperanza y sobre todo, debilidad.

En ese trance, empecé a recordar mi infancia, los dulces momentos que viví rodeada de cariño; aunque sabía que aquello no era suficiente, me ayudaron a suavizar mis heridas. Aún me quedaba camino por recorrer, tenía que seguir buscando...lo cierto es que no sabía el qué, pero tenía la lúcida certeza de que iba a ser algo importante.

Y efectivamente, encontré...algo que las palabras no alcanzan a recoger: las respuestas al por qué de mis dolores y miedos que me tenían atenazada, la guía necesaria para poder construir mi futuro y muchos tesoros más. La Luz de la Sabiduría cosió mi alma rota y limó mis aristas, devolviendo el calor y la inocencia a mi corazón. Me sentí renacida, en profunda paz. Entendí lo que había sucedido y dejé de culpar a los demás y, con el tiempo, a mí misma. De todas aquellas grietas de mi ser empezó a emanar una sanadora Fuerza, que las fue sellando y me fue convirtiendo poco a poco, en un ser íntegro y fuerte, capaz de seguir adelante pase lo que pase y dando lo mejor de mi.

Esta es mi historia, querida humanidad. De alguna manera podría ser la historia de cualquiera que se sienta identificado. Quiero decirte que siempre hay esperanza, si se encuentra la preciada Fuerza Interior. Esa Fuerza que es duradera, estable e inquebrantable, a la vez que sabia y paciente.


No importa si se pierde alguna batalla en la vida, hará imbatible a todo aquel que la conozca. Hará agradecer todo lo vivido, sea bueno o malo, agradable o doloroso, pues sirvió para el reencuentro con el propio ser. Eterna y poderosa Fuerza que une el pasado, presente y futuro de la Humanidad hacia un mismo destino final: la Victoria.

Esa Fuerza, yo la conozco bien, es parte de mi...

Ya no temo mostrar mi ser, querida humanidad. Mi presente, mi pasado y mi futuro caminan junto a ti y me recuerdan quién soy... 

SOY LA FORTALEZA

La de invencibles ideas y dorados sueños, la que camina a tu lado.

3ºPREMIO: PEQUEÑO PERO FUERTE. LOURDES ASO

Querida Humanidad:

He venido para quedarme, lo sabéis bien. Sé que me tenéis pánico, que he amenazado vuestras vidas y que cada tarde, a eso de las ocho, gritáis como condenados que vais a resistir, que sois fuertes, porque vuestras voces unidas son las que os dan fuerza para continuar.

A quienes os cuidan, esos que están en la primera linea de batalla y que llamáis héroes, les debéis mucho. Pero querida humanidad, ellos os cuidan porque aprendieron a cuidar, porque lo llevan en los genes, porque su profesión es vocacional y porque ante un enfermo, ellos se olvidan de ese miedo que les corroe las entrañas. Porque querida humanidad, cuando dejan de ser doctores, o enfermeros, cuando se quitan la bata blanca, son personas, como vosotros, con los mismos sentimientos, con una familia a la que cuidar.

Ellos, querida humanidad, os contarían lo que ven a pie de cama, pero no quieren asustaros mas. Ellos son los que os acompañan cuando estáis solos, los que os ayudaran a respirar, los que tal vez os cojan de la mano para reconfortaros, y no porque sean más fuertes sino porque se tragan el miedo para aportaros un poco de esperanza.

Cuando llegué hará ya casi diez meses de calendario, pensasteis que era algo lejano, que no afectaría más que a una pequeña zona asiática pero querida humanidad, soy pequeño, solo apto para unos pocos científicos que se pelean por saber de mí, pero he sido capaz de poneros en jaque de punta a punta del planeta. Quiero que sepáis, que penséis, querida humanidad, sobre el carácter efímero de la vida, sobre la tontería de la especie humana. Hoy estáis vivos y tal vez en unos pocos segundos yo, que soy más fuerte, os tumbe. Para ello, quería humanidad, sirve la fortaleza de espíritu, la entereza de corazón, el desprendimiento de las cosas materiales porque decirme ¿de que os sirve todo eso cuando podéis perder la salud y la vida si a mí me da por infectaros?

Nunca antes, querida humanidad, había aparecido nadie como yo, capaz de meteros a todos en las casas, de vaciar el planeta durante semanas, de parar las fabricas, los metros, los aeropuertos, la vida en general. Me atrevería a decir que tenéis miedo hasta de respirar, sobre todo de no poder respirar.

La lucha sigue, querida humanidad. No os voy a adelantar como va a terminar esto. Debéis ser fuertes. Recapacitar. Pensar que yo no he hecho más que empezar y que he venido para quedarme. Que sois vosotros los que tenéis que adaptaros a mí y no yo a vuestra forma de vivir. Yo, al fin, querida humanidad, soy microscópico. Y como ente, carezco de sentimientos innatos. Vosotros, querida humanidad, os dotó el creador de capacidad para hacer el bien y el mal, para obrar en consecuencia y, aunque al principio, cuando salíais acaloradamente a los balcones y no os quedó más remedio que recuperar el dialogo en los escasos metros cuadrados de esa cárcel en la que convirtieron vuestras casas, cuando habéis salido de nuevo no lo habéis hecho más tranquilos. Que va. Volvéis a sufrir estrés, habéis olvidado las pequeñas cosas que pretendí enseñaros.

Querida humanidad, no sé si sabéis bien en qué consiste la fortaleza. No es ser el más fuerte, el que pisa primero para llegar antes, el que olvida un gesto de cariño. La fortaleza que yo quería enseñaros pasa por la solidaridad, por vivir cada instante como si fuera el último, por tratar a los demás como si fuera el ser al que cada uno más quiere, porque solo pensando así, cogeréis la mano del que necesita, os concienciareis de que todos os necesitáis en algún momento de vuestras vidas. Pasar de ser independiente y tener salud a ser dependiente y estar en la cuerda floja requiere si, una fortaleza de espíritu, de mucho ánimo, pues esa es la mejor de las medicinas.

Querida humanidad, me gustaría deciros que no soy el enemigo. Vosotros sois los que no sabéis que hacer conmigo y, si hemos de convivir ambos, vosotros y yo, en algún momento de vuestras vidas deberemos hacer las paces y empezar de nuevo. Fuertes. Unidos. Con la lección aprendida. Porque sino, decidme ¿de qué ha servido esto?

PREMIOS ESPECIALES DEL JURADO: Fortaleza. Valor fundamental de Vida. Natanael Lima y Sé fuerte. Miguel Angel Antolinez.

Deseándoos mucha fortaleza y alegría en el próximo año.

domingo, 15 de noviembre de 2020

3º CONCURSO "CARTAS A LA HUMANIDAD: la Fortaleza"

Un año más se celebra el certamen literario de Cartas a la Humanidad. Este próximo 27 de Noviembre conoceremos el fallo, pero mientras para ir abriendo camino os dejamos las cartas del año pasado 

1 Premio II edición Cartas a la Humanidad "La Salud"

2 Premio II edición Cartas a la Humanidad "La Salud"

3 Premio II edición Cartas a la Humanidad "La Salud"


Aqui podeis ver nuestra inaguración:

Inaguración III edición Concurso de Cartas a la Humanidad "La Fortaleza"

Deseando conocer a los premiados de este año 😃

💧Gota de LLuvia💧


miércoles, 11 de diciembre de 2019

FALLO DEL 2º CONCURSO "CARTAS A LA HUMANIDAD: la Salud"

Durante este Noviembre de 2019 volvemos con el segundo concurso de "Cartas A la Humanidad". En este mundo tan tecnológico en el que nos hemos olvidado de escribir cartas, no esta nada mal tener unos momentos para mandarnos unas misivas a nosotros mismos, a alguien conocido, desconocido... en fin a toda la humanidad.
¿Te atreves?
En esta segunda edición el tema elegido ha sido la Salud. A continuación las tres cartas ganadoras.
Deseando que las disfrutéis y os hagan reflexionar.
Gota de Lluvia






Querida Humanidad: ¿a dónde vas?”  por Laura María Fernández

Tu destino es avanzar, caminar inexorablemente hacia adelante, hacia ese horizonte dorado que promete el amanecer de un mañana mejor.


Ansías elevarte, rozar con tus dedos el cielo azul, volar con las majestuosas águilas y los cantarines pájaros. En algún lugar, esperas hallar un remanso de paz en donde poder vivir y construir tu casa. Tu verdadero Hogar.


Pero antes, has de buscarlo, encontrarlo entre los oscuros nubarrones que lo ocultan y las fuertes tormentas que te apartan de él. La oscuridad, que no es más que la falta de Luz, es la que te ha confundido con sus distintas formas. Egoísmo, maldad, vicio, pereza…han nublado tus ojos y no te dejan ver tu dorado destino. No obstante, tú no dejas de avanzar y avanzar…


Querida Humanidad, ¿a dónde vas? Si no ves más allá de tu propia sombra ni conoces los deslumbrantes puertos que te esperan, ¿a dónde te diriges?


Extiendes tus manos, pero al no estar guiadas por el calor de la generosidad y la acción desinteresada, no encuentras más que la hostilidad de tus sueños vacíos y tu propia vanidad. Mueves tus piernas con la intención de caminar, pero tropiezas con tus pies, que son pesados y están anclados en el sinsentido.


Al final, comprendes que así no llegarás jamás a tu deseado Hogar y te ves a ti misma triste, desesperada, desolada. Cada vez más perdida en tu caminar, cansada, desamparada y…enferma.


Querida Humanidad, no desesperes. Algún día serás capaz de encontrar tu diamantina brújula, que te conducirá a tu armoniosa morada; tu elixir de eternidad, que te devolverá las saludables fuerzas para levantarte y caminar de nuevo, siendo digna de enfrentarte a todos los obstáculos que se te presenten.


Tus hijos, que somos todos nosotros, buscaremos la Luz que está presente desde los albores de los tiempos para alumbrar tu sendero, el fuego que te iluminará en las noches oscuras y la esperanza que devolverá el brillo a tus ojos.


No estás sola, nuestro Amor por ti es grande y nos hará luchar por ti, así como por cada uno de nosotros. Nos hará protegerte de las tempestades, abrigarte del frío de la incertidumbre y aliviarte del mal de la ignorancia.


Juntos alcanzaremos la Luz y podremos construir un futuro mejor. Juntos miraremos al horizonte y sabremos a dónde nos dirigimos. Juntos llegaremos a nuestro Hogar.


Y ya allí, siendo todos Uno, viviremos en Paz, Armonía y Salud.


¡Que viva la Humanidad!

Segundo Premio

“Por favor, introspección”  por Maitane Jiménez

Hola, ¿Qué tal?


No aguantaba más. Todo va fatal y necesitaba charlar. No sé que será de ti, te fuiste sin avisar. Hace mucho que no te veo, pero cada poco te recreo.


No me creo que te hayan olvidado. No quiero. Aunque la verdad, algunos nacen cegados por la hoguera, otros solo ven las sombras que proyecta. ¿A los que nunca salen afuera también les llamamos humanos? ¿O solo egocéntricos adoctrinados?


Crecí creyendo en ti ciegamente, pensando que eras lo que me definía, todo alegría. Un amor incondicional. Ahora lo veo platónico y un poco tóxico, ¿Verdad?


Así me enseñó mi ama, a dar sin esperar. Y no éramos cristianas, solo humildes mentes sanas. Entonces tú eras pura y sincera, yo una cría que creía en la justicia carroñera.


Pronto empecé a despertar. Al ver que de mí se reían, por ser más altita, buena y comprensiva. Al ver que no había pan para tanta barriga productiva, pero sobraba paz para los de arriba.


Aún así yo te sentía viva, en las lagrimas del artista, en cada autogestión activista y en el sudor de la familia marginada. Incluso cuando las torres cayeron y a muchos silenciaron.


Cuando los trenes estallaron y todo manipularon. Entre tanta brutalidad y fanatismo, yo seguía viendo un atisbo. Capacidad. A un joven haciéndose preguntas. “¡Dudad!”. A un periodista sin adulterar. Bagdad. La verdad. Destrucción masiva sí. Pero de humanidad.


Me dije: “Bueno, da igual, me quiere y esto se va a arreglar. No puede desaparecer sin más”. La batalla no había hecho más que empezar.


Lo nuestro fue cambiando sin parar. Hay días en los que te mataría. Porque me haces ser una incomprendida. Niña Índiga. Ver como miles se ahogan en la orilla, sin acogida. Aquí mientras, avenidas concurridas, mares de pantallas que hipnotizan. Ya lo dijo Galeano, pasa por no escucharnos. Perfectos seres mundanos, creyéndonos los amos.


Me haces sentir pequeñita. Cada vez que en África a una niña mutilan, asesinan en vida y a mi hermana cosifican. Ganas de invocar a Toffana. ¿Tú mientras dónde estás? Pensaba que me apoyarías, pero solo me haces hundirme más. Esta relación no avanza ya.


Otros días, me siento afortunada, de que formes parte del compuesto de mi cerebro predispuesto a pensar en los demás y a actuar sin reprochar. En eso consiste relacionar.


No usar, no limitar la libertad. Evitar el consumismo sentimental. Maldito capitalismo, nos ha ido a robar hasta la responsabilidad emocional, la voluntad de amar.


Lo peor de estar así de enganchada no es salir perjudicada sino que no se me quitan las ganas. Por mucho que me digan que está perdida, esta causa es la mía. La lucho porque creo que hay esperanza todavía. La veo en la templanza de la doctora y en la fuerza de la vejez en avalancha . Solidaridad que hace que venza la balanza
No sé ya si no me quieres o no te merece(mo)s. Únicamente tengo claro que no nos necesitamos. Nos mejoramos. Sin ti somos balas perdidas, almas vencidas. Si es que queremos ser perfectos seres humanos, no te vayas todavía.


Te quiero viva, EMPATÍA.


Lo haré toda la vida.

Tercer Premio

“Mi viaje”  por Yolanda García

Querida Humanidad:
Nací en las altas montañas, con el primer deshielo de primavera, pura y cristalina. Brillando con el sol, y puliendo las rocas por las que pasaba, me alejé de aquel idílico lugar y me embarqué en un largo viaje dispuesta a transmitir la vitalidad de mi traslúcido cuerpo a todos aquellos seres con los que me encontrara.


En mi primera escala aparecí en un impoluto caserío. Sus habitantes trabajaban y cantaban, sembraban los campos o limpiaban los establos con una alegría natural, casi reverencial, llegando a insuflar su entusiasmo en todo lo que hacían. Ellos sabían de mi valor, me respetaban tal como era y una corriente de amistad verdadera nos unió. El amor inundaba el ambiente y yo contribuí a mantenerlo desparramando generosamente toda mi naturaleza prístina, alimentando su huerto o saciando su sed. Allí encontré la dicha al vivir en armonía y cual árbol que despliega su vigor yo sentí inigualable lozanía.


Pero llegó el momento de partir y mis designios me llevaron a encontrarme encerrada en una cápsula en forma de botella de PVC. Deslumbrante por fuera, me consumía en su interior y notaba como, inactiva y estancada, se diluía mi poder y llegaba exhausta a aquellos que me elegían en cualquier supermercado.


Mi pesadilla acababa de comenzar, algunas fábricas solicitaban mis servicios y me reclutaban para hacer el trabajo sucio. Yo me recalentaba al quitar el calor a sus productos, y en ese estado, cuando era arrojada a los ríos se hacía inviable que flora y fauna permanecieran en la zona. Otras veces, cuando me requerían en la mina, me añadían tan grandes concentraciones de metales y sulfatos que yo terminaba contaminada, y si trataba de descansar brevemente, en los canales subterráneos, me acosaban con los plaguicidas que provenían de algún cultivo agrícola. En los hogares no me iba mejor, me mezclaban con productos farmacéuticos que yo absorbía irremediablemente, provocando que, posteriormente, cualquiera que me llevara a su boca se viera afectado por ello. Las altas temperaturas me provocaban escasez de oxígeno y toda mi fuerza estaba siendo sesgada y debilitada.


Cerca ya de mi destino, cuando mi naturaleza había sido casi destruida por completo, participé junto con mis hermanas en una torrencial inundación. Con la fuerza que da la ceguera arrasamos todo lo que encontramos a nuestro paso, y en el envite se unieron residuos, aceites o gasolina y todos juntos fuimos a desembocar malparados en la costa. Allí nos encontramos con millones de micropartículas de plásticos que, sin dejar pasar los rayos del sol, nos envolvían, confiriendo un aspecto desolador a aquel vasto territorio acuoso.


Balanceándome con el oleaje, aturdida, me preguntaba ¿por qué?, ¿por qué tu humanidad me habías convertido en un desecho?


Quizá, enferma de codicia y avidez perseguías un sueño efímero, y, en tu propia locura, manchabas aquello que tocabas, quedando yo maltrecha por tu propia enfermedad, convertida en un producto de tu maquinación y tus desajustes.


En mi bagaje había algo que reconfortaba mi corazón, había conocido seres humanos fuertes, que gozaban de una salud que se desarrollaba en todos los aspectos de su vida. Destacaba, entre todas, una perla reluciente que me acompañaba: me había deslizado, envuelta en un cierto sabor

a mar, por el rostro de una niña que te miraba a ti humanidad... en sus ojos un destello de compasión, y su fulgor me hizo comprender que no todo estaba perdido, que tu podías recobrar la vitalidad para afrontar un futuro creativo y en convivencia con todos los seres. Mi viaje no había sido en vano.