Cita

Un libro abierto es un cerebro que habla; Cerrado un amigo que espera; Olvidado, un alma que perdona; Destruido, un corazón que llora
PROVERBIO HINDU

martes, 17 de enero de 2017

Orgullo y Prejuicio

Hemos tenido una nueva reunión de soñadores, está vez para conmemorar el 200 aniversario de la muerte de Jane Austen, leyendo una de sus obras más conocidas: Orgullo y Prejuicio.

A pesar del tiempo transcurrido hay detalles psicológicos en la obra que continúan vigentes hoy en día.
Quizá las maneras han cambiado pero el trasfondo, nuestros miedos a las diferencias, los hechos que nos llevan a prejuzgar, nuestros orgullos y vanidades... bueno esos no han cambiado tanto.
La habilidad de Austen consiste en que con un lenguaje sencillo y una historia aparentemente trivial hace importantes observaciones psicológicas y diferencias entre hombres y mujeres, que en su época iban destinadas a la educación de las damas. 
Los dos grandes personajes femeninos de la obra no son mujeres al uso, no se conforman con el lugar que se les ha asignado. Elisabeth tiene sus propias opiniones y no duda en decirlas. Ambas hermanas desean y luchan por un matrimonio por amor y no por conveniencia como era habitual en la época.
Jane es un personaje que quizás pase un poco más desapercibido ante el arremango y determinación de su hermana, pero es posiblemente el personaje más luminoso de la obra, que desarrolla intensamente la virtud, intenta no juzgar a nadie y durante toda la obra mantiene esta actitud, dominio e inteligencia que para un lector poco avezado podría parecer candidez e inocencia, cuando es más la virtud de no entrar en juicios de valores sin conocer las dos versiones de una historia.
También cabe destacar como partiendo de una primera impresión nefasta del señor Darcy, en parte debida al orgullo de clase de este que le hace distante en una primera impresión, ambos personajes se acaban complementando y acabar reconociendo sus errores y aprendiendo el uno del otro, demostrando como debería ser una autentica relación de pareja en el que ambos se complementan y ayudan a sacar lo mejor del otro. Al final una sana y autentica relación debería ayudar a crecer a ambas personas y no destruirlas como desgraciadamente ocurre hoy en día cada vez más a menudo. Por todo ello y mucho más la revisión de este clásico hay sido un grato descubrimiento.


Al final no somos tan diferentes de aquellas personas, hoy quizá los intereses económicos se muevan en otro tipo de ámbito, pero la gente sigue juntándose por intereses y no por aprender y ayudarse a ser mejores personas, los prejuicios siguen y los hombres y mujeres del mundo actual seguimos igual de confusos respecto los unos de los otros.

Deseando que seamos capaces de dejarnos llevar por la inteligencia y no el orgullo y tengamos la virtud de no juzgar alegremente a los demás se despide

Gota de Lluvia.